UNIVERSIDAD NACIONAL. EDIFICIO POSGRADOS. ROGELIO SALMONA. BOGOTA, COLOMBIA.

Rosemarie Gleiser. Cuerpos de Agua. Serie Lágrimas Teñidas. Impresión Digital sobre plexiglass.
Rosemarie Gleiser. .Cuerpos de Agua. Serie Glaciares. Impresión Digital sobre plexiglass.

Rosemarie Gleiser. Cuerpos de Agua. Serie Humedales y Serie Glaciares. Impresión Digital sobre plexiglass.

Rosemarie Gleiser. Cuerpos de Agua. Serie Humedales y Serie Glaciares. Impresión Digital sobre plexiglass. Vista nocturna.

Rosemarie Gleiser. Cuerpos de Agua. Serie Nubes Contaminadas. Impresión Digital sobre plexiglass.

Al igual que el edificio que alberga su muestra, la obra de Rosemarie Gleiser, también impregnada de agua, puente entre la rigidez de lo inorgánico y el canto de la vida, acoge a cielo abierto a quienes se acercan y, una vez dentro, ofrece al visitante un remanso de humedad y silencio que incita a la introspección y estimula los sueños.

Si se define al artista como alguien que cambia, marcando con su personalidad, una sustancia que interfiere con la suficiente discreción como para permitir a los demás realizar viajes personales, convendríamos en que tanto la obra que hoy se expone como el espacio que alberga, constituyen trabajos cuyos artífices responden plenamente a esa definición de creador.

Para arruinar el intento de apoyar la originalidad de su esfuerzo en la supuesta neutralidad del lienzo o en la supuesta inocencia de la hoja en blanco, Rosemarie Gleiser fundó el rigor de su esfuerzo por componer un mundo imaginario en la decisión de partir de fotografías.

La fotografía, que se presta tan abiertamente a asociaciones figurativas, demuestra aquí la ausencia sistemática de la figura humana, que tiene entre sus antecedentes la cultura protestante del siglo xvii, uno de cuyos síntomas fue el auge del género del bodegón, en el que la representación de santos o personajes bíblicos fue sustituida por los cuerpos de animales muertos y frutos capturados para el consumo.

El hombre se vuelve discreto hasta desaparecer y cede el escenario para mostrar su trabajo como cazador, como recolector de los frutos de la tierra y como artesano de recipientes fabricados en vidrio o cerámica e instrumentos musicales, por ejemplo.

En las obras de Cuerpos de Agua, el hombre contemporáneo también se desdibuja, esta vez los signos de su trabajo no anuncian la promesa de enriquecedores encuentros en torno a una mesa sino la amenaza de la soledad absoluta producto del expolio del planeta.

Mezclando sus notas de advertencia entre la extraña belleza oculta y el erotismo, la obra de Rosemarie Gleiser nos interpela con un prodigioso tacto y economía de medios, fruto de la exigente búsqueda de equilibrio entre gesto que se deja sentir con claridad y medio para preservar la mirada del otro con la máxima libertad para encajar en el esfuerzo de integración armónica del hombre y su entorno, cuyo primer paso es afinar su sensibilidad.

Jaime González Cabra